elnuevoherald.com
Por HIROKO TABUCHI/The New York Times
HAMAMATSU, Japón
Rita Yamaoka, madre de tres hijos que inmigró de Brasil, perdió aquí recientemente su trabajo en una fábrica. Ahora, Japón le ha hecho una oferta a la que tal vez no pueda negarse.
El gobierno pagará miles de dólares para llevar a Yamaoka, su esposo (ciudadano brasileño de ascendencia japonesa) y su familia de regreso a Brasil. Pero, a cambio, Yamaoka y su esposo deberán acordar que nunca más buscarán trabajo en el Japón.
"Yo siento un estrés inmenso. He estado llorando muy a menudo'', dijo Yamaoka, de 38 años, luego de una reunión con funcionarios locales que les detallaron su oferta en esta ciudad industrial del centro de Japón.
"Yo siento un estrés inmenso. He estado llorando muy a menudo'', dijo Yamaoka, de 38 años, luego de una reunión con funcionarios locales que les detallaron su oferta en esta ciudad industrial del centro de Japón. "Yo le digo a mi esposo que debemos tomar el dinero y regresar'', dijo, con los ojos llenos de lágrimas. "No podemos permitirnos quedarnos aquí por mucho tiempo más''. La oferta que Japón está haciendo a cientos de miles de inmigrantes latinoamericanos de clase obrera, es parte de un nuevo impulso por animarlos a abandonar este país devastado por la recesión. Hasta el momento, al menos 100 trabajadores y sus familias han aceptado, según funcionarios japoneses. Pero los críticos del programa lo han denunciado como miope, inhumano, y una amenaza al escaso progreso hecho por Japón para abrir su economía a los trabajadores extranjeros. "Es vergonzoso. Es inhumano'', dijo Hidenori Sakanaka, director del Instituto de Política Migratoria de Japón, una organización investigadora independiente. "Y Japón está cavando su propia tumba'', agregó. "Es posible que ahora estemos en recesión, pero está claro que no tenemos futuro sin trabajadores extranjeros''. El programa se limita a los trabajadores temporales venidos de América Latina, cuyos padres y abuelos japoneses emigraron al Brasil y países vecinos hace un siglo para trabajar en las plantaciones cafetaleras. En 1990, Japón --ante un creciente déficit de obreros-- comenzó a conceder miles de visas de trabajo especiales a los descendientes de esos emigrantes. Se estima que unos 366,000 brasileños y peruanos viven ahora en Japón. Los trabajadores temporales se convirtieron rápidamente el mayor grupo de trabajadores extranjeros de clase obrera en un país en general adverso a la inmigración, copando los llamados trabajos de las tres K (kitsui, kitanai, kiken --duros, sucios y peligrosos). Pero el sector industrial de la nación ha decaído, ya que la demanda por productos japoneses se ha evaporado, y el desempleo ha alcanzado su punto más alto en tres años, 4.4 por ciento. Las exportaciones japonesas bajaron en un 45.6 por ciento en marzo con respecto al año anterior, y la producción industrial se encuentra en su nivel más bajo en 25 años. Nuevos datos del Ministerio de Comercio de Japón sugieren que la producción industrial podría subir en marzo y abril, cuando los fabricantes comiencen a relajar sus recortes de producción. Pero las cifras podrían tener más que ver con descensos en los inventarios que necesitarán ser compensados más que con un aumento en la demanda. Mientras Japón espera que eso pase, ha tratado de agilizar la partida de los trabajadores extranjeros, lo cual podría aliviar el mercado laboral doméstico y las listas de desempleo. "No habrá buenas oportunidades de empleo por un tiempo, de modo que esa es la razón que estamos sugiriendo que los brasileños Nikkei vuelvan a casa'', afirmó Jiro Kawasaki, ex ministro de Salud y principal legislador del Partido Liberal Democrático, que está en el poder.
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