lunes, 17 de agosto de 2009

Héctor Acosta fue sin duda la atracción más esperada en Merengue Sound

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Por Joseph Cáceres

Héctor Acosta fue sin duda la atracción más esperada de la noche. Le correspondió cerrar el Merengue Sound y su entrada a escena se prolongó más de la cuenta debido a que por coincidencia se produjeron fallas técnicas que obligaron a una urgente reparación del sistema de sonido.

Luego de haber concluido la actuación de Toño el sonido se echó a perder y hubo hasta que movilizar y cambiar de lugar el sistema de sonido y los altoparlantes, lo que obligó a posponer la actuación de Héctor y su orquesta.

El salón se mantuvo lleno, lo cual llevó a que algunos periodistas bromearan señalando lo que eventualmente hubiera ocurrido si el del cierre hubiese sido Tito Swing.

Los cierres en eventos multitudinarios cuando se extienden a horas de la madrugada suelen ser peligrosos porque el artista agarra al público agotado, poniendo resistencia a todo lo que se le haga.

Pero en el caso de Héctor, resultaba difícil que la gente se marchara y por ello se mantuvo bailando y coreando su repertorio de merengues y de bachatas.

Y aunque se trataba de un espectáculo de merengue, imposible concebir que el Torito estuviera ahí solo haciendo sus éxitos en ese género, cuando el público en gran medida le ha dado aceptación como bachatero.

Ello supone por demás una ventaja, un valor agregado, que le dan a su participación un extra que otros no tienen.

Intervenir al público con un repertorio bipartito de géneros musicales a base de canciones que han sido éxito le basta al Torito para provocar la necesaria identificación con el público, sin necesidad de truculencias ni de efectos especiales.

A lo más que llega Héctor Acosta en cuanto al empleo de recursos de animación es a plantear la competencia entre aguiluchos y liceistas en una época en que hace tiempo que pasó la temporada de beisbol invernal, lo cual la hace ver como desfasada y extemporánea.

Pero El Torito ha asumido esa rivalidad para todo el año, todas las épocas, la cual viene repitiendo en todos sus bailes, con lo cual en gran medida hace causa común con su amigo Rubby Pérez, a quien nadie le hace abandonar el recurso de ”arriba la mano, que hagan una bulla y el agacha, agáchate”‘, que viene arrastrando desde la época en que era cantante de Wilfrido Vargas.

Por lo demás, al margen del mencionado cliché de animación, la de Héctor Acosta es una orquesta respetable en un escenario, y ello se puso nueva vez de manifiesto merced a los recursos sonoros y los colores que son capaces de recrear cuando se trata de hacer ostentación de capacidad interpretativa y ejecución en una tarima.