domingo, 4 de octubre de 2009

Escuelas de la frontera no tienen alumnos dominicanos

EN JARAMILLO, DE 83 CASAS, 82 ESTÁN OCUPADAS POR FAMILIAS HAITIANAS Y SÓLO UNA POR NACIONALES
Abandono. La falta de atención en la zona ha provocado que los dominicanos la abandonen para irse a la capital o a los cascos urbanos.
Manuel Colá, un dirigente comunitario de origen haitiano se queja de que las autoridades no les escuchan cuando piden arreglos de caminos y servicios, porque son de Haití.
En la comunidad de Jaramillo I hay 83 casas, según un censo realizado por organizaciones no gubernamentales comunitarias, de las cuales 82 están ocupadas por familias haitianas y sólo una por dominicanos.
Montecristi.- La ocupación masiva de parte de haitianos de comunidades de la zona fronteriza, entre las provincias de Montecristi y Dajabón, debido a que los dominicanos las han abandonado para desplazarse a la ciudad, ha provocado el cierre total de al menos cuatro escuelas y otra tiene suspendido el pre-escolar,debido a la falta de alumnos criollos.
Las escuelas cerradas están ubicadas en Jaramillo y La Juliana, en Montecristi, pero anteriormente las autoridades educativas habían tomado similar medida con los centros escolares de las localidades de Isabel de Torres y El Gómez, porque por  la emigración masiva de sus habitantes a los centros urbanos, ya no hay alumnos dominicanos a quienes impartir docencia.
La directora del Distrito Escolar 13-01 de Montecristi, Ramona Argentina de la Cruz, informó que las escuelas de Jaramillo y La Juliana se cerraron, porque debido a las constantes inundaciones provocadas por el río Yaque del Norte, sus pobladores se mudaron a Montecristi y a otras partes.
La funcionaria educativa expuso que esas poblaciones prácticamente están ocupadas por haitianos y alegó la falta de actas de nacimiento como motivación para negarles a los niños de origen haitiano la asistencia educativa, aún cuando desde agosto de 2001 la Secretaría de Educación emitió una resolución que ordena que los infantes sin declaración de nacimiento deben ser aceptados en el sistema educativo hasta octavo curso, en cumplimiento de la declaración universal de los derechos humanos y múltiples acuerdos internacionales firmados por el país consagran la educación como un derecho universal.
“Nosotros les hemos pedido a los padres de los niños haitianos que diligencien la expendición de sus actas de nacimiento para poder inscribirlos en la escuela, pero no hacen nada y entonces eso es una limitante que impide a ellos recibir educación”, se justificó de la Cruz.
La funcionaria educativa también dijo que en el Batey Madre, con las últimas inundaciones del Yaque del Norte, la mayoría de sus habitantes abandonó sus propiedades y se desplazaron a la ciudad, espacios que han ocupado inmigrantes haitianos indocumentados, por lo que se decidió cerrar el pre-escolar y enviar a los niños al centro educativo de la Maguaca. “La escuela que no tenga una matrícula estudiantil de 12 a 15 estudiantes no puede funcionar y en esos casos lo que se hace es que los profesores y estudiantes son trasladados a otros centros y esos se cierran”, insistió.
En lo que corresponde a la escuela de Isabel de Torres en la Costa de Montecristi, la funcionaria dijo que se encuentra cerrada desde hace más de diez años, debido a que sus pobladores se fueron a las zonas urbanas buscando mejores condiciones de vida, dejando el paso a ciudadanos haitianos que ingresaron irregularmente al país tras el mismo sueño de mejoría económica. Eso mismo ha ocurrido con la escuela de El Gómez, que también se encuentra cerrada desde hace años.
Bienvenido López, coordinador de una de las corrientes de la Asociación Dominicana de Profesores (ADP), en Montecristi, dijo que que como los miembros de esas comunidades han emigrado a lugares de mayor desarrollo, la población estudiantil se redujo significativamente, lo que obligó a las autoridades a cerrar los centros.
En ese contexto, explica que es imposible que el Estado mantenga operando esas escuelas con una matrícula estudiantil tan baja.
La activista social haitiana, María Richard, que reside en La Juliana desde hace siete años, dijo que ella voluntariamente ofrece docencia en creole a muchos niños de origen haitiano. “Las escuelas de estas comunidades se cerraron por la sencilla razón de que la gente se fueron y se quedaron los haitianos”, dice la educadora haitiana.
Sostuvo que en Jaramillo, la Juliana, la Cabuya y otras localidades vecinas hay muchos niños que ciertamente han llegado con sus padres de Haití, pero que otros han nacido en el país, por lo que plantea al Estado dominicano que reabra esos centros para que estos menores de edad puedan recibir docencia.
“Haitianización” de la frontera
En la comunidad de Jaramillo I hay 83 casas, según un censo realizado por organizaciones no gubernamentales comunitarias, de las cuales 82 están ocupadas por familias haitianas y sólo una por dominicanos. El haitiano Magnesio Jobel, quien es un trabajador comunitario, dijo que muchos dominicanos dejaron botadas sus casas y sus propiedades y que ellos las han ocupado y que están produciendo parte de la tierra.
Jobel, quien dice que tiene 15 años viviendo en Jaramillo, sostiene que aunque en esa comunidad no hay agua, luz y carecen de otros servicios indispensables, como centros de salud, escuela para los niños de origen haitiano, se sienten mejor que en Haití.
Manuel Colá, otro haitiano que tiene 28 años residiendo en La Juliana, reconoce que esa comunidad junto a Jaramillo, La Cabuya, La Senita y otras, está poblada mayormente por sus conciudadanos, pero concuerda con otros entrevistados en que eso se debe a que los dominicanos las han abandonado. Es el caso de La Cabuya y parte de La Senita, donde se han construido barrios de las casuchas de paja y empañetadas de lodo, techadas de canas y zinc. Allí hay varias pequeñas pulperías.
En esos barrios se vive una cultura típicamente haitiana, donde se ofertan y se compran productos originarios de ese país. Se observan centros de hechicería y de prostitución.
Santiago Guzmán, presidente de la Asociación de Productores “San Ramón” de Jaramillo, explica las razones de la partida de los dominicanos de la zona: “Todos los dominicanos nos hemos ido a vivir al pueblo, porque muchos de estos campos como Jaramillo no tienen agua ni luz, algunos venimos a darle vuelta a nuestras parcelas”, indicó.
El productor de bananos Rafael Beato Guzmán, es uno de los que abandonó la comunidad La Juliana, debido a las inundaciones del río Yaque del Norte y otros problemas que afectan a esos parajes. Sugirió a las autoridades realizar un censo para determinar cuántos haitianos viven en la zona.
También Domingo Tejada Tavárez, presidente de la Asociación de Parceleros “Manolo Tavárez Justo”, plantea realizar un censo que determine cuántos ciudadanos haitianos se necesitan en las plantaciones agrícolas, para de esa forma documentar a los que están trabajando y repatriar a quienes no lo hacen.
Cuestión de sobrevivencia
Jimy Julié, uno de los dirigentes haitianos de Jaramillo y la Juliana, dice que más ciudadanos de su país seguirán poblando estos parajes porque a pesar de que subsisten con muchas dificultades, por lo menos encuentran para comer y en los pueblos fronterizos de Haití, se califica de “ricos” a quienes consiguen una comida diaria.
“Seguirán viniendo porque no se van a dejar morir de hambre. Mi esposa, mis hijos y mis padres solo esperan la oportunidad, el momento para venir a República Dominicana, los estoy esperando”, insistió el dirigente comunitario de origen haitiano.
Manuel Colá, otro de los líderes de la comunidad establecida de este lado de la frontera se queja porque nadie los escucha cuando reclaman arreglo de los caminos, agua, extensión del tendido eléctrico y otros servicios. “Nos dicen que somos haitianos indocumentados y que no tenemos derecho a exigir, porque ‘demasiado’ está haciendo el Estado dominicano al permitirnos vivir en estas condiciones, sin persecusión’, insistió Colá.